El asesino Parot, gran protegido de Sánchez
Si el Gobierno de España no lo remedia, que ya les adelanto que no lo va a remediar, en una semana, día 18 de los corrientes, Mondragón, Guipúzcoa, se va abrir en canal para ofrecer un estruendoso homenaje al mayor asesino de la historia de la banda terrorista ETA: Henri (Unai) Parot. Allí, Mondragón, cuna también del mecenas de este criminal, nació y vivió Iturbe Abasolo ‘Txomin’, otro faccioso que se mató, dicen, saltando por un tejado en la casa que le habían alquilado los Servicios de Información de Argelia. El homenaje consiste en una especie de maratón (sólo en realidad treinta y un kilómetros) que se cumplirá con relevos a razón de un cómplice cada mil metros. La distancia elegida no es caprichosa: los organizadores del aplauso colectivo a este sujeto repugnante razonan, en su cortedad humanicida, que cada tramo corresponde a todos y cada uno de los años que Parot lleva en la cárcel desde que fue detenido en abril de 1990 en Sevilla,
El PP, Vox y las asociaciones de víctimas han exigido al Ministerio del Interior de Marlaska que impida la realización de este copioso acto, y los tribunales estudian ahora mismo la propiedad de abortarlo legalmente. No hay noticia al día de hoy de que los solicitantes hayan recibido contestación alguna del Gobierno, o mejor dicho, sí: la Fundación Villacieros, llena de víctimas y perseguidos por ETA, como María San Gil y Carlos Urquijo, sí tiene noticia de una escuálida respuesta del departamento citado en la que se inscribe este descomprometido parrafito: “Tomamos nota”, lo cual se interpreta así: “¡Déjennos en paz y no nos molesten con nuestros socios!” A Bildu se refieren, una de las patas organizativas de esta canallada. El homenaje a Parot no será uno más de los que se están cumplimentando cada vez que un asesino abandona el trullo; es toda una provocación de los criminales y sus aledaños, un cariñoso reconocimiento al mayor homicida que militó en la consabida banda.
Mondragón recibirá festivamente el día 18 a todos los conmilitones del individuo, y ya se dice que una comisión viajará hasta la cárcel de Mansilla de las Mulas, en León, para ofrecer regalos y fraternidad a Parot. Este se encuentra ahora en esta prisión, después de que Sánchez y Marlaska obedecieran las exigencias de sus socios de Bildu y condujeran al criminal nunca arrepentido desde Puerto III al citado centro penitenciario leonés. El Gobierno ocultó está operación que forma parte de una estrategia que debe culminar con esta constancia: antes de finales del presente año casi todos los presos etarras estarán lo más cerca posible de sus casas.
Claro está que Parot se quedará en su celda actual, a no ser que, en otra pirueta bochornosa, Marlaska le lleve a otra prisión aún más vecina del País Vasco. Parot, que se sepa, no presenta allegados en España, nació en Argel, hijo de un pied noir que, como un millón de franceses más, tuvo que abandonar el país cuando triunfó la revolución independentista de 1962. Los pied noir fueron expulsados violentamente de Argelia, y la mayoría, como el caso del progenitor de Henri, se ubicaron como acogidos en buena parte de los pueblos y ciudades del vasquismo galo. Parot recaló en Bayona y pronto empezó a relacionarse con los llamados entonces refugiados de ETA, que pululaban como Pedro por su casa sin que la gendarmería francesa les incomodara en absoluto.
A este respecto, puedo contar una historia personal: en plena campaña del referéndum en el que se aprobó el Estatuto de Guernica viajé hasta Bayona precisamente para entrevistar al lehendakari en el exilio, Luis María Leizaola. El hombre tenía ya a la sazón la cabeza un poco tocada, su principal obsesión era venderme tres tomos de la Gran Enciclopedia Vasca, pero, en todo caso, estando como estaba, guardaba un rechazo absoluto a “estos chicos de ETA que matan y matan como si no fueran vascos”. ¡Fíjense! En un cierto momento me confesó: “Aquí pastan a sus anchas, en ese bar que hay enfrente estarán ahora mismo”. Y en efecto estaban: era una sucursal del Consolation, que era el epicentro de reunión en San Juan de Luz de toda la dirección etarra. En Bayona estaba Parot, entonces denominado El francés, en compañía del citado Txomin.
Parot ya se había estrenado. Hablaba euskera a la perfección porque lo había estudiado desde los 16 años en Bayona. Ya tenía sangre en las manos; la sangre del industrial José Lagasa al que la banda ejecutó por negarse a pagar el “impuesto revolucionario”, el infame chantaje económico con cuyos fondos, secuestros aparte, se financió ETA durante cincuenta años. La dirección de los bandidos pronto confió a Parot las más arriesgadas intervenciones porque él, como otros compatriotas suyos, entraba y salía de Francia cuando le venía en gana. Formó parte del “Comando Itinerante”, organizado en principio por Argala, y a este grupo le encargó la dirección uno de los atentados más brutales que se hayan cometido nunca en España: el coche-bomba contra la Comandancia de la Guardia Civil de Zaragoza en el que fueron asesinados once personas, varios niños entre ellas.
Este letal contingente forma parte de los treinta y ocho muertos que figuran en la historia criminal de Parot. Sin embargo, él es responsable por colaboración ineludible de más de otros ochenta crímenes (militares como Quintana Lacaci o juristas como la fiscal Tagle); ha sido responsabilizado por la Justicia en veintiséis sentencias condenatorias; todavía viven doscientas víctimas que en una multitud de atentados pudieron conservar la vida; fue condenado en su momento a casi cinco mil años de cárcel, de los que ha cumplido treinta y uno, y si no se beneficia de ninguna otra medida generosa del Gobierno -que todo puede ser- saldrá a la calle en diez años, cuando cumpla setenta y tres.
Ahora mismo la Audiencia Nacional le ha rebajado esta pena en más de año y medio, gracias a que el Tribunal de Estrasburgo, siempre decidido a tocar los costados a la Justicia española, se cargó la llamada, desde entonces, doctrina Parot, articulada por nuestro Tribunal Supremo y dejó sin efecto una sentencia que dictaba que la reducción de penas por beneficios pendientes tenía que aplicarse al total de la condena y no al periodo máximo legal de permanencia en prisión. Así las cosas, el homenajeado no llegará a 2031 en la cárcel. En poco tiempo -lo verán- recibirá otro regalo de este Gobierno. Sánchez así ya es el protector del mayor criminal de la horrenda historia de ETA.
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